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Severo Ochoa: el Nobel que filmaba y fotografiaba sus viajes


Severo Ochoa, tomavistas en mano, filmando una comida campestre

Severo Ochoa tuvo varias pasiones. Las dos principales fueron, como es bien conocido, la ciencia y su esposa, Carmen García Covián, devociones que estuvieron indisolublemente unidas durante toda su vida. 


Para Ochoa, la ciencia y su mujer fueron sus dos grandes pasiones

Severo Ochoa era un notable aficionado a la fotografía. Carmen en 
Flushing-Meadows, Nueva York, 1959

Además, a Severo Ochoa le entusiasmaban los viajes, la música clásica (singularmente la ópera, Beethoven, los oratorios de Bach…), la fotografía y los automóviles.


Un jovencísimo Severo Ochoa, acompañado de su primo, al volante y convenientemente ataviado, cuando los automóviles no tenían parabrisas ni capota y sí, algunos, strapontin o siège de coffre en la parte trasera, habitáculo más conocido en España como ahí te pudras


Severo Ochoa posando con su flamante automóvil, un Ford Thunderbird descapotable.
Flushing-Meadows, Nueva York, 1959


Severo Ochoa en Nueva York, con varios automóviles de fondo


Severo Ochoa recorrió el mundo. Sus años de formación le llevaron a París, Boston, Glasgow, Berlín, Heidelberg, Londres, Leningrado, Plymouth y Oxford, destinos en los que se combinaron razones científicas y otros motivos derivados de las calamidades y sufrideros de la Guerra Civil española, el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial.

Desatada la guerra mundial, en 1940, Ochoa se marchó con su mujer a EEUU, a la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en la ciudad de San Luis, donde trabajó con Carl y Gerty Cory, matrimonio de médicos que recibirían el Nobel de medicina en 1947. Dos años después, se trasladó al Departamento de Bioquímica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, ciudad en la que vivió e investigó durante más tiempo a lo largo de su vida, consiguiendo, además, por vez primera y a la no desdeñable edad de 39 años, estabilidad laboral, al formar parte de la plantilla fija de la universidad y dejar de depender, ya de un modo definitivo, de becas u otros mecenazgos interinos.

Antes de conseguir el Nobel, Ochoa era ya una celebridad científica, por lo que era un invitado habitual de congresos y seminarios internacionales, a los que acudía acompañado de su esposa. Sabemos por sus biógrafos, entre los que destaca Marino Gómez-Santos, y también por sus propios escritos y documentación, que siempre que era posible, los Ochoa aprovechaban los viajes de trabajo para hacer turismo y, movidos por una curiosidad natural, conocer otros pueblos y culturas.

Que sepamos, los Ochoa visitaron cuatro continentes. En América del Sur estuvieron en Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia y Brasil. En América Central, su país preferido era México, al que estaban muy unidos por motivos familiares. En Europa viajaron por Grecia, Italia, Francia, Alemania, Suiza, la URSS, Inglaterra, Austria, Holanda, Suecia y Dinamarca. En África, sabemos que estuvieron en Egipto y en Kenia. En Oriente Medio visitaron Israel. Y en Asia estuvieron en Japón, Hong-Kong, Tailandia y la India. Naturalmente, también viajaron por los EEUU y por España.

Hasta ahora, en esta breve entrada no hemos desvelado ninguna novedad de la vida de Severo Ochoa que no se supiera, al estar sus viajes consignados en documentos personales, libros y artículos frecuentemente citados. Pero lo que se ignora, quizás, es que Severo Ochoa solía filmar sus viajes con un tomavistas y que el Fondo Documental Marino Gómez-Santos conserva 95 fragmentos de esas películas tan personales. 

Durante la cuarentena hemos completado la ordenación, edición y catalogación de esos documentos audiovisuales, con la valiosa colaboración de dos alumnas en prácticas de la URJC. El propósito de este trabajo era bien sencillo: poner estos documentos a disposición de la comunidad universitaria y de la ciudadanía, a través de un portal web de búsqueda, para acrecentar el conocimiento sobre la vida de Severo Ochoa, cuyos logros científicos, para justo asombor y orgullo, aún perduran sin padecer las amarilleces del tiempo.

Concluida esta tarea hemos alcanzado una doble satisfacción: la que se siente al preservar y difundir los logros de la cultura y de la ciencia, y la de demostrar que, aun confinados, en la universidad somos capaces de completar exitosamente tareas y prácticas mediante el teletrabajo.

Forzosamente y por razones expositivas, habíamos de escoger en esta entrada sólo un país de entre todos los que hay filmaciones. El elegido ha sido Japón, del que tenemos seis películas que suman una duración total de 22 minutos y 06 segundos. Debemos advertir que la datación de estas películas no es siempre clara, por lo que en ocasiones hemos de suponer, con arreglo a los conocimientos que tenemos de la biografía de Severo Ochoa, la fecha en la que fueron filmadas, aunque es seguro que algunas de ellas pertenecen a uno de sus viajes realizado en el año 1966. 

Sabemos que Severo Ochoa fue, al menos, tres veces a Japón: en 1959, en 1966 y en 1967. En consecuencia, las películas que tenemos han de pertenecer a algunos de esos años, lo que corroboran sus formatos y características técnicas.


Severo Ochoa en Japón. Principios de la década de los 60 del pasado siglo

Consignemos, además, que dos años antes de su primera visita a Japón en 1959, en la primavera de 1957, Ochoa fue invitado al Simposio Internacional de Química Enzimática que se celebró en Japón, aunque le resultó imposible asistir porque en ese momento acababa de regresar de un largo periplo de conferencias por América del Sur. 

De modo que la primera vez que Ochoa visitó Japón fue pocos meses antes de recibir el Premio Nobel, entre el 16 de marzo y el 6 de abril de 1959, invitado por el Profesor Norio Shimazono, para asistir a la XV Asamblea General del Congreso Médico de Japón, cuyo director era el doctor Uchimura. La invitación a este viaje fue extensiva a su esposa, Carmen García Covián, que mostró el mayor interés por conocer una cultura tan extraordinaria. Por su parte, Ochoa quería aprovechar este primer viaje no sólo para admirar la síntesis de tradición y modernidad de Japón sino, también, para comprobar el alto nivel allí alcanzado por los estudios de bioquímica y para reencontrarse con un viejo amigo, el Profesor Ken Iwasaki, que trabajaba en Osaka para los laboratorios farmacéuticos Takeda, al que conoció en 1929 en el laboratorio de Meyerhof en Berlín-Dahlem. 

En su primera estancia en Japón, los Ochoa visitaron ampliamente el país, completando el arco que se extiende desde Tokio hacia el sur, que pasa por las ciudades de Kamakura, Kioto, Nara, Osaka, Fukuoka, Nagasaki y la isla de Kashiko, así como sus universidades y centros de investigación, además de atender las obligaciones propias del Congreso, impartir conferencias, conceder entrevistas, dar ruedas de prensa y asistir a numerosos compromisos sociales.

Durante esta visita, los Ochoa contaron con un excelente guía, el hijo del profesor Ken Iwasaki, Kentaro Iwasaki, que acaba de graduarse en medicina por la Universidad de Tokio, además de la compañía de otras personalidades distinguidas como el doctor Ohmura, los profesores Kawamoto, Takamiya y el joven doctor Yoshito Kaziro. 

La segunda visita a Japón aconteció siete años después, en octubre de 1966, siendo Ochoa Presidente de la Unión Internacional de Bioquímica, para asistir en Tokio al Noveno Congreso Internacional de Bioquímica, en el que presentó una ponencia titulada Bases moleculares de la traducción del código genético. En este evento participaron, entre otros, los investigadores Harold L. Stewart, del Instituto Nacional del Cáncer de Bethesda (Washington D.C.), Renato Dubecco, del Instituto Salk de La Jolla (San Diego), Georg Klein, del Departamento de Biología Tumoral del Instituto Karolinska (Estocolmo) y Jérôme Lejeune, de la Facultad de Medicina de París.


Severo Ochoa y su esposa en Japón, acompañados por algunos de sus anfitriones. Primavera
de 1966.

La tercera visita aconteció un año después, entre el 20 y el 25 de agosto de 1967, al ser invitado, de nuevo como Presidente de la Unión Internacional de Bioquímica, al Séptimo Congreso Internacional de Bioquímica, celebrado también en Tokio. En su discurso inaugural, Severo Ochoa ponderó la importancia creciente de la bioquímica en el ámbito de las ciencias, así como sus logros y descubrimientos de primer orden, rememorando el año 1949, cuando se celebró en Cambridge el primer congreso internacional de la disciplina. 

De la vida de Severo Ochoa podemos extraer muchas enseñanzas: por ejemplo, el valor de la humildad, la importancia del trabajo continuado y concienzudo o el amor por el conocimiento. 

Pero hay otro principio, no menos valioso, que mana de su magisterio, que consiste en percatarnos de que hay dos aptitudes ante las dificultades que forzosamente nos va a presentar la vida: o se enfrentan conscientemente o, de lo contrario, arrastrarán de manera implacable destinos y biografías, demostrándose que la primera opción, la de enfrentarse a ellas, es posible incluso en las situaciones más adversas.


Nota: se puede acceder en abierto al bloque de las 95 películas de Severo Ochoa desde la web de consulta del FDMGS (OMEKA-URJC)


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