El Doctor Marañón pasando consulta en el hospital. El enfermo, en primer plano |
Hay profesiones en las que el contacto humano es esencial. La de médico es una de ellas. Actualmente, los profesionales de la medicina experimentan un empuje hacia la despersonalización del enfermo por efecto del avance tecnológico. Pareciera que no hay enfermos sino enfermedades que, definidas a partir de parámetros y medidas consignadas, requieren de unos u otros tratamientos, limitándose la labor del médico a conocerlos y aplicarlos.
Cuando vamos a la consulta observamos que el médico pide pruebas, lee datos, sigue protocolos y
cumplimenta informes en su ordenador que, a su vez, leerán otros colegas que basarán
sus decisiones en ellos y en otras pruebas complementarias, acumulándose una
enorme cantidad de información médica sobre cada paciente sin que el paciente como
tal, esto es, como persona que padece, como individualidad con historia, tenga la
oportunidad de salir demasiado a la luz. De una manera más filosófica diríamos
que en la medicina se produce una descomposición del yo a favor de la
acumulación de datos, a los que se les acaba atribuyendo una realidad más
auténtica que al paciente de carne y hueso.
Ocurre esto, también, por otras
razones: masificación en las consultas, escasez de recursos y una organización
mejorable de la sanidad pública, que es uno de nuestros mayores tesoros sociales. En cualquier caso, por causas que nada tienen que ver
con una perspectiva humanista de la profesión médica.
Vivimos una era nueva, la del
dataísmo, como nos advierten, entre otros, David Brooks, Chris Anderson, Noah Harari o Byung-Chul Han. El dataísmo, que se extiende por doquier, se basa en cuatro supuestos que se dan por ciertos aunque nadie los haya probado.
a) Todo puede ser medido y convertido en datos cuantificados.
b) Los datos no son subjetivos.
c) Los datos son la realidad depurada.
d) Las nuevas técnicas de procesamiento y análisis de la información nos permiten desvelar los misterios más profundos de la existencia, incluso la concepción de la biología o la predicción del futuro, al convertir los datos en narrativa despojada de ojo clínico o de intuición, en conocimiento automático, organizado y sistemático, sin necesidad de recreación, imaginación o interpretación por el pensamiento humano.
a) Todo puede ser medido y convertido en datos cuantificados.
b) Los datos no son subjetivos.
c) Los datos son la realidad depurada.
d) Las nuevas técnicas de procesamiento y análisis de la información nos permiten desvelar los misterios más profundos de la existencia, incluso la concepción de la biología o la predicción del futuro, al convertir los datos en narrativa despojada de ojo clínico o de intuición, en conocimiento automático, organizado y sistemático, sin necesidad de recreación, imaginación o interpretación por el pensamiento humano.
Añadamos a estos supuestos, el desarrollo
de la inteligencia artificial, cada vez más aplicada en la medicina, y veremos
que la condición de médico, tal y como la entendemos hoy, corre el riesgo de evaporarse.
Entiéndase bien. No se trata de practicar un ludismo contra la tecnología, el dato o el algoritmo, que sería estúpido, sino de saber exactamente qué avances y mejoras nos ofrecen, también sus peligros, sin olvidar sabidurías tradicionales que siguen siendo, afortunadamente, insustituibles.
Esto que parece muy actual siempre preocupó al Doctor Marañón, empeñado en defender y practicar una medicina
humanista y en ponerla por escrito, singularmente en sus biografías
biológicas, como las dedicadas a Enrique IV de Castilla, Henri-Frédéric Amiel, Tiberio, Antonio Pérez o al Padre Feijoo.
Por eso, recuperamos un texto suyo muy breve titulado La era del chequeo, publicado
en 1959, con motivo de la conmemoración de las Bodas de Oro de su promoción
médica, la de 1909. El texto rebosa actualidad, finura y sentido del humor, que no transcribimos porque la reproducción del original se puede leer sin dificultad.
Comentarios
Publicar un comentario