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Camilo José Cela o la forja de un escritor

Camilo José Cela y Marino Gómez-Santos, diciembre de 1984

De la obra de Marino Gómez-Santos, Diálogos españoles, publicada en 1958, hemos escogido una porción de citas sobre nuestro quinto Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, que nos ayudan a componer un esbozo más personal de su figura antes de convertirse en una celebridad literaria, acompañándolas de ilustraciones fotográficas procedentes del FDMGS.

Queremos mostrar a un Camilo José Cela muy anterior a la concesión del Nobel (1989), en sus inicios como escritor, cuando comienza a abrirse paso en el panorama literario español de la posguerra con gran brillantez al publicar, no sin grandes dificultades, La Familia de Pascual Duarte (1942), título esencial de la novela española de la segunda mitad del siglo XX.

Cuenta Marino Gómez-Santos la sorpresa que le produjo ver en Mallorca, en la década de los cincuenta, a un Cela barbado: Yo no había visto nunca a este Camilo José Cela con barba larga. Conocía al Camilo José rasurado y casi flaco; al Camilo José andarín que volvía de la Alcarria con las botas polvorientas y un cuaderno de notas, con flores apresadas entre sus hojas, cuadriculadas y manuscritas, cogidas en el camino. Yo no conocía a este Camilo José a quien ahora empiezan a llamar don Camilo.


Cela y Marino Gómez-Santos en casa de José Villalonga, Palma de
Mallorca, 1957

A la pregunta de Marino Gómez-Santos de por qué se dejó barba, Cela contesta socarrón: Por dos razones. La primera porque me dio la gana; las segunda, porque irrita (…) el pellejo y el carácter de los demás. A la gente le causa una ira espantosa, lo cual, sobre edificante, es entretenido.

La entrevista se desarrolló afablemente, entre dos amigos, aunque un contratiempo inesperado hizo que resultara especial, tal y como cuenta Marino Gómez-Santos: De pronto, en medio del entusiasmo de la noche mallorquina, advertí que estaba febril (…) debía andar por los cuarenta grados de temperatura… Sobre los pies me colocaron el capote de Roy Campbell, el gran poeta inglés y fabuloso personaje, muerto recientemente en Portugal en un trágico accidente de automóvil. 


Marino Gómez-Santos lleva el capote de Campbell
sobre sus hombros, señal de que aún está convaleciente

Durante la entrevista, Cela habló mucho de su vida. Citemos sus palabras:



"Nací el 11 de mayo de 1916, en Iria Flavia, lugar del Ayuntamiento de Padrón, al sur de la provincia de La Coruña, al fondo de la ría de Arosa, banda de estribor (...) Es el tiempo de las vacas gordas en la familia, y se me educa para tonto. Libré de verdadero milagro. Tengo una niñez delicada, y paso frecuentes enfermedades. Tampoco tenía, por lo visto, demasiado sentido del equilibrio, porque rodé por la escalera, y me caí de un balcón. Al final, aunque por tablas, me libré siempre (...) Recuerdo con verdadero espanto los colegios adonde fui, porque me trataban mal y me pegaban. Hice el bachiller a trancas y barrancas (...) De Dick Turpin y Buffalo Bill paso sin transición alguna a la obra de Ortega (…) y a la colección de clásicos castellanos de Rivadeneyra, que me leo entera (...) Comencé a leer a Baroja en el diario Ahora, y en seguida empecé a sentir una especialísima atracción por su directa y concisa manera de decir (...)

De los novelistas vivos, Baroja fue un maestro para Cela. De las
letras clásicas en castellano siempre releyó tres obras y en este
orden de importancia: El Lazarillo de Tormes, El Quijote y La Celestina


Me matriculo aquí y allá y me aburro en todas partes. Compongo poesías y siento un desprecio absoluto por todo lo que me rodea. Las costumbres me parecen estúpidas, y las instituciones huecas (...) Me sacó de mi marasmo mi respetado amigo Pedro Salinas, a quien tanto debo, tan extraordinario poeta como cordial y entrañable mentor."

Gracias a Pedro Salinas (el poeta del amor) descubrió Cela a Juan Ramón Jiménez (el poeta puro), a Antonio Machado (quizás, el mayor poeta entre sus contemporáneos) y a Azorín (el prosista escueto y evocador), sobre los cuales dijo “me parecieron –y me siguen pareciendo- tres gigantes”



Transcripción escrita por Marino Gómez-Santos
de un texto de Azorín, corregida y firmada por Azorín


1952. Marino Gómez-Santos en la casa de Azorín de la
Calle de Zorrilla de Madrid

Continuemos dejando hablar a Cela de sí mismo: 

"Leo a los poetas de la generación del veintisiete, a mi juicio la más importante generación de poetas del mundo de aquel momento y también la más importante generación de poetas españoles desde el Siglo de Oro."

De su visión de la literatura, Cela confiesa "Yo no sé qué es eso de proyectar una novela, porque yo no la proyecto: la escribo. Me invento un personaje y lo suelto a andar. Si está bien creado, sus andanzas y malaventuras son una novela. Si está mal creado, se muere de asco, y en paz (...) Esos escritores que hablan mucho de literatura me han dado siempre muy mala espina. Ahí tienes el caso de Hemingway, que la literatura le tiene sin cuidado, y hace bien. Lo que tienen que hacer los escritores es escribir y dejarse de filiaciones, antecedentes, monsergas y otras entretenidas maneras de perder el tiempo.


Hemingway en El Escorial, 6 de octubre de 1956

Sobre La Familia de Pascual Duarte, que escribió en una cocina según su testimonio, cuenta que "los editores me lo rechazaban sistemáticamente (...) le llevé el libro a Ramón Ledesma Miranda para que me diese su opinión y más o menos me dijo que cambiase de oficio, que todavía era joven para ensayar otros caminos. También me dijo que no Fernando Vela, de la Editorial Revista de Occidente."

Cela le pidió a Baroja un prólogo para su Pascual Duarte, a lo que don Pío contestó: “Oiga usted, si quiere usted ir a la cárcel, vaya solo; yo ya no tengo edad para que me lleven a la cárcel. Yo no hago el prólogo; yo no tengo ganas de ir a la cárcel ni con usted ni con nadie.” 


Baroja paseando por Madrid en junio de 1948,
acompañado por miembros de su tertulia


Para Camilo José Cela, el escritor es heredero de una tradición literaria y de un idioma, que ha de entregar mejorados a quienes le suceden: "La literatura es como una carrera de antorchas: cogemos el relevo, para seguir corriendo, donde nos lo entregan los que vienen detrás."


Hemingway, siendo Premio Nobel, visita a Baroja, al que siempre admiró,
tres semanas antes de su muerte, acaecida el 30 de octubre de 1956.
Baroja pidió ser enterrado como ateo en el cementerio civil de Madrid


Hemingway y Cela en el entierro de Baroja, el 31 de octubre de 1956.
Cela es ya un autor prestigioso. Ha publicado, entre otras obras, 
La Familia de Pascual Duarte (1942), La Colmena (1951), 
Pabellón de Reposo (1943), Nuevas andanzas y desventuras de 
Lazarillo de Tormes (1944),Viaje a la Alcarria (1948) y 
Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953)

Cela ya es una celebridad. Sale de su casa de Madrid
de la calle Ríos Rosas nº 54

Estos apuntes autobiográficos de Cela nos llevan a plantear un pregunta manida: ¿por qué alguien se convierte en escritor? 

Desde luego que influyen las condiciones materiales. Para empezar, si no se sabe leer ni escribir, no se puede ser escritor. Así que, ¿cuántos talentos literarios se han desaprovechado porque no se dieron las condiciones mínimas? Conocer su número nos afligiría. ¿Y cuántas novelas no se han escrito? Muchas más que las que se escribieron y de las que están por escribirse. 

Pero saber leer y escribir, sin más, no es suficiente para ser escritor. Tampoco basta con ser una persona ilustrada o con tener una especial sensibilidad por la cultura, por añadir más requisitos.

Para ser escritor hay que tener talento, que es una palabra desconcertante que pretende significar aquello que se desconoce, por lo que al utilizarla avanzamos poco. 

A Cela, el veneno de la escritura le vino por la lectura y por el ejemplo de sus maestros. Pero esas lecturas y esos ejemplos tuvieron que caer en terreno fértil, en una mente y en una vitalidad propicias, en una desazón, en una rebeldía y en una lucidez tempranas, en un deseo incontrolable por expresar mediante la palabra el significado ideal del mundo. De esa confluencia especial y misteriosa, que siempre es única, nace, como cualquier otra creación elevada del espíritu, la literatura.

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